Recuerdo la campaña de 2013 y ese slogan “en la vida hay que
elegir”, planteando un escenario que claramente trasciende la coyuntura electoral. Porque ese “elegir” signa el deseo, las ganas de estar o no en determinado
lugar, dejar algo e ir hacia otro espacio: elegir.
Y la vida, en fin, es la tracción en relación al deseo, ir
por eso sin tibiezas corriendo el riesgo de chocar contra una pared (del otro
lado podrían tener cosas más interesantes para hacer).
Esto sucede entendiendo que la ausencia configura el significado de la nada, cuando el
deseo no es correspondido como en una implacable definición.
Mendigar en relación a esto es un intento estéril y triste, la
dignidad no se recicla y lo único que queda es avanzar.
El ejercicio de la libertad obstina los caminos, muerde en las
huellas de lo que al fin tendrá que pasar.
En la vida hay que elegir y las elecciones tienen su costo.

